Resumen 2011

Un repaso por los post publicados en el año.

Con la cabeza en otra parte: la selección de handball de Túnez debuta en el Mundial de Suecia al mismo tiempo que renunciaba el presidente tunecino en medio de un clima social muy tenso.

Perdido en Egipto: el tenista Mlandeli Ndlela vivió una odisea cuando intentó jugar un torneo en Egipto al mismo tiempo que el país ingresaba en ebullición.

Haití bajo cero: Jean Pierre Roy se convirtió en el primer esquiador haitiano que participó en el Mundial de ski.

La leyenda olvidada: la trágica historia de Eduard Streltsov. Pasó de ser el máximo ídolo del fútbol soviético y potencial figura del Mundial Suecia 1958 a ser un detenido en Siberia acusado de un crimen cuya investigación aún deja demasiadas dudas.

El mito del Giants Stadium: uno de los estadios más famosos de Estados Unidos y la leyenda urbana del cadáver del gremialista Jimmy Hoffa.

–  Un pionero llamado Wally Yonamine: primer jugador de beisbol estadounidense que jugó en la liga japonesa tras la Segunda Guerra Mundial y que ayudó a recomponer las relaciones entre ambos países.

Showtime en la URSS: en 1988 Atlanta Hawks realizó una caótica gira por la Unión Soviética que significó la única visita de una franquicia de la NBA a suelo comunista.

Rebel Tour: jugar en el Apartheid: entre 1982 y 1990 se organizaron una serie de partidos de cricket con combinados de fantasía conformados a fuerza de dinero que burlaron la prohibición que pesaba sobre Sudáfrica a causa del Apartheid.

Revolución cultural: gracias a los buenos resultados la selección femenina de fútbol de Corea del Norte se ganó el cariño del recientemente fallecido líder Kim Jonh Il y produjo un cambio en el rol de la mujer en la sociedad norcoreana.

La Generación del 80: la selección argentina de básquet que en el Preolímpico de Puerto Rico 1980 logró una histórica clasificación a los Juegos Olímpicos de Moscú, a los cuales no pudo asistir por cuestiones políticas.

Maravillas del béisbol: en la temporada 1945 Peter Gray y Bert Shepard fueron los únicos jugadores amputados que participaron en la Major League Baseball (MLB) de Estados Unidos.

Rocky de carne y hueso: Chuck Wepner, oscuro boxeador que tiró a la lona a Mohamed Ali y que sirvió de inspiración para la creación de la saga de Rocky.

Campeón incómodo: en medio de tensiones políticas Sudáfrica se transformó en el único país que ganó la Copa Davis por no presentación del rival en la final.

Cricket social: en un barrio marginal de Los Angeles con problemas de violencia, Compton Cricket Club aparece como una peculiar alternativa y como herramienta de reinserción para exconvictos. Además, el caso argentino en una villa de Barracas.

Bonus track: algunos post de años anteriores.

Mo Johnston y la muerte del sectarismo: por cuestiones religiosas la trasferencia del jugador escoses de moda produjo un quiebre en la centenaria historia de Rangers FC.

Superando obstáculos: Dalma Malhas, la primera mujer que representará a Arabia Saudita en los Juegos Olímpicos.

Dick, Kerr’s Ladies FC: Un equipo pionero: durante la Primera Guerra Mundial este equipo femenino surgido de una fábrica produjo una revolución en Inglaterra.

La historia jamás contada de los Blackbirds: un equipo de básquet universitario desechó la posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 en oposición al régimen nazi.

Ese caos llamado ABA: desorganizada liga que en la década del 70 marcó una época y sirvió de influencia a la actual NBA.

Rocky de carne y hueso

Aquel 24 de marzo de 1975 el flamante estadio Coliseum de Richfield, Ohio, estaba preparado para recibir a un Mohamed Ali que se encontraba en el pináculo de la popularidad tras la memorable victoria en Zaire ante George Foreman en la que reconquistó el título de los pesos pesados que le fue arrebatado por negarse a ir a la Guerra de Vietnam. Todo el espectáculo estaba montado para que se luciera el campeón, pero en el medio apareció un personaje impensado.

El retador que Don King eligió para Ali, que ponía en juego los cetros del Consejo Mundial y de la Asociación Mundial, era un tal Chuck Wepner, un oscuro boxeador de 36 años nacido en Bayonne, New Jersey, que se ganaba el pan en festivales de poca monta celebrados mayormente en los alrededores de su ciudad natal. Wepner, apodado Bayonne Bleeder (El Sangrador de Bayonne), ya había sentido el poder de los puños de Foreman y Sonny Liston, otra de las estrellas del momento. Con ambos perdió antes del límite: con el primero en  el Madison Square Garden cayó en el tercer round, con el segundo aguantó hasta el décimo cuando el doctor decidió detener la pelea por los cortes en la cara.

Todos los comentarios previos coincidían en que Ali, que buscaba ritmo de cara a una futura presentación más relevante, era el claro favorito porque el nivel de los púgiles era muy dispar. “Es una pelea entre el pintor de una casa y un artista”, escribió Larry Merchant en el New York Post.

Arriba del ring nada de lo que se presagiaba sucedió. Wepner, que se enteró que iba a pelear con Ali por un llamado de su madre, aguantó estoico un duro castigo durante casi 15 asaltos. En el noveno round hubo un instante que paralizó al estadio. Fueron 8 segundos de gloria para el Bayonne Bleeder porque pudo tirar a la lona a uno de los grandes campeones de la historia del boxeo, algo que hasta ese momento sólo había logrado Joe Frazer. Ali, herido en su orgullo, siempre dijo que la caída se produjo por un pisotón fortuito y no por el golpe que recibió.

“¡Lo tire!”, le dijo un sorprendido Wepner a su entrenador Bill Prezant, que replicó con un “sí, pero ahora parece que está muy enojado”. Cuando Ali se reincorporó se transformó en un vendaval que hizo gala del amplio repertorio boxístico. A 19 segundos del campanazo final Wepner, que ostentaba un título de campeón estatal, no soportó más y un golpe directo en la cara lo terminó por desmoronar. El árbitro Tony Perez contó hasta 10 y decretó el knock out técnico. Así concluyó una pelea destinada a ser simple rutina y que en los hechos fue dramatismo en estado puro.

Wepner logra lo que parecía imposible: tirar a Mohamed Ali. (AP)

Entre los espectadores que siguieron el combate por televisión se encontraba Sylvester Stallone, que quedó impresionado con Wepner, al que tuvieron que aplicarle 23 puntos de sutura, y cuya figura le sirvió de motivación para crear al mítico Rocky Balboa. Dos semanas después tenía escrito el guión de la primera versión de la saga de Rocky, en la cual Wepner aportó consejos y sus experiencias.

La pelea con Ali y codearse con el séptimo arte significó un quiebre para el boxeador que además era dueño de una licorería. Cuando la película se estrenó Wepner, que se retiró con un récord de 35 victorias (17 knock out), 14 derrotas y 2 empates, fue a verla a un cine de Manhattan. “Después de noquear a Apollo el público comenzó a burlarse de él y a felicitarme a mí. La gente se me acercaba y me abrazaba”, contó Wepner.

Mientras la figura de Rocky crecía en la taquilla, Wepner siguió peleando hasta 1978. Una vez que colgó los guantes se volcó a las drogas, aunque no se arrepiente de esos días. “Eran finales de los 70, principios de los 80. Había fiestas por todas partes. A cualquier lugar a donde ibas encontrabas cocaína. Para ser honesto, fue grandioso, un gran momento de mi vida. Era una fiesta atrás de la otra. Solía salir de martes a domingo. Fue muy divertido”. La alegría se acabó en 1985 cuando Wepner fue arrestado por posesión de cocaína. Pasó 3 años en la cárcel.

Una vez liberado, limpio de drogas y al lado de su segunda esposa, volvió al ostracismo. En 2003 reapareció en la vida pública cuando le inició una demanda a Stallone por 15 millones de dólares porque no había recibido regalías de lo que habían generado las películas de Rocky. La Justicia le dio la razón al ex púgil.

Con 72 años y con un auto con una patente que dice “Champ”, Wepner volverá a vincularse con Hollywood. El año que viene se estrenará un largometraje que se basa en su vida. “Esta no es otra película acerca de Rocky, es una película acerca del verdadero Rocky”, aclara Wepner, que desde hace 7 años está trabajando en este proyecto. Además la historia de El Sangrador de Bayonne también fue rescatada por ESPN en un documental llamado El Rocky Balboa Real.

Wepner no es recordado por sus dotes boxísticas, pero si por haber puesto en aprietos a Mohamed Ali y por ser inspiración para uno de los grandes clásicos del cine moderno.

Wepner y su golpe más famoso

Trailer de El Rocky Balboa Real

Fuentes/Links relacionados

After 36 years, real-life Rocky’s story coming soon (CNN)

Chuck Wepner, the real ‘Rocky,’ to have his story told by Hollywood, ESPN documentary (nj.com)

In Stitches (Time Magazine)

Rocky Balboa se llamaba Chuck Wepner (La Vanguardia)

Chuck Wepner (Salón de la Fama del boxeo de Nueva Jersey)

Sueños de gloria y libertad

Se supone que las cárceles deberían ser un lugar para que los presos cumplan una condena por un delito y donde se los encarrile para que cuando salgan puedan ser útiles en la sociedad. Por diversas razones esto no siempre ocurre. En Tailandia, uno de los países con mayor índice carcelario del mundo, han encontrado en el deporte, sobre todo en el boxeo, una vía para que aquellos que están encarcelados puedan tener un futuro lejos de la delincuencia.

Samson Sor Siriporn en 2000 fue detenida por vender droga y la obligaron a cumplir una pena de 10 años en la prisión de la ciudad de Thonburi. Allí descubrió el boxeo y comenzó a entrenar. Se levantaba a las 5:30 de la mañana para hacer ejercicio físico durante 90 minutos. A la tarde iba al gimnasio y aprendía los fundamentos básicos del pugilismo.

Siete años más tarde en un ring armado en el patio de la cárcel de Thonburi, Samson combatió ante 700 personas por el título del mundo femenino del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en la categoría minimosca. El publico, integrado mayormente por guardias y convictos, la vio triunfar ante la japonesa Ayaka Miyano por fallo unánime. Las tarjetas de los jurados la dieron ganadora 97-93, 98-92 y 100-91. Al día siguiente de ponerse el cinturón comenzaron los trámites para entregarle la libertad condicional.

Samson celebra el título del mundo en 2007.

En 2009 Samson pasó al peso mosca y logró el cetro vacante de la Women’s International Box Association (WIBA) al superar por knock out en el noveno asalto a la sueca Klara Leiva. Actualmente reina en el peso mínimo dentro de la WIBA.

Durante el mundial amateur de Chicago en 2007 Ammat Ruenroeny se colgó medalla de bronce en la divisional de los minimosca y tuvo una especie de redención personal. Antes de subirse a los cuadriláteros era un ladrón de poca monta y consumidor de drogas. A tal punto llegaba la adicción que el día que murió su padre ni si enteró y tampoco asistió al funeral. En la estadía tras las rejas se entusiasmó con el boxeo, se puso los guantes y comenzó a practicarlo. Conquistó el campeonato nacional de Tailandia en 2007 y como reconocimiento las autoridades lo dejaron libre. Meses más tarde Ruenroeny les devolvió la gentileza con la presea en Chicago.

Al año siguiente integró la selección tailandesa que participó en los Juegos Olímpicos de Beijing y la revista Time lo ubicó en el puesto 56 en el listado de los 100 deportistas que había que seguir en la cita olímpica. “No puedo creer que estoy en el equipo olímpico. Todavía debería estar en la cárcel”, expresó Ruenroeny. Quería subirse al podio para dedicárselo a su padre, pero no pudo. En los cuartos de final perdió 5-2 con el mongol Serdamba Purevdorj.

Ammat Ruenroeny festeja el oro en los Juegos del Sudoeste asiático de 2007.

Las actuaciones de estos púgiles sirven de motivación para aquellos que todavía están peleando, nunca mejor dicho, para remendar los errores del pasado. Uno de ellos es Paringa Nopchaya, quien cumple una pena de 12 años por robar motocicletas y tiene como meta llegar a los Juegos Olímpicos de Londres 2012. “Lo hice mal y esto me ha dado una oportunidad de hacer algo en la vida”, le reconoció a la agencia Reuters. “Soy un hombre cambiado. Quiero una vida como campeón y no como criminal”, contó Teerayuth Wanaprasit, en prisión por vender drogas.

“Ellos pelean por su libertad, para convertirse en campeones y nosotros apoyamos eso. También le damos disciplina para que puedan ser buenos ciudadanos”, explicó Preeda Nilsiri, jefe de la correccional de Thonburi. El ejército envió entrenadores para que los peleadores puedan tener una preparación física más intensa. “Tienen más disciplina que nuestros soldados”, comentó el Mayor Thong Thanahum. La otra opción para los reclusos es trabajar en la lavandería o cosiendo ropa.

Experiencias similares se han repetido en otras partes del mundo, pero estas todavía no han alcanzado los niveles que ha logrado Tailandia, que produce deportistas de elite. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, en varias penitenciarias se están formando equipos de rugby o de fútbol. Estás son sólo muestras que el deporte no es sólo un negocio, sino también una herramienta de integración muy importante y que muchas veces desde los gobiernos se la ignora.

Fuentes/Links relacionados

Ganar peleas para salir de prisión (El País)

Thai jail inmates fight to win freedom (The Herald Tribune)

Samson defends WIBA title against Lin on July 28th (Boxing News)

Thai prisoner boxes for freedom (BBC)

100 Olympic Athletes To Watch-Amnat Ruenroeng (Time)

Siriporn beats Miyano, boosts parole chances (ESPN)

La derrota que entristeció a una cárcel tailandesa (Marca)

El olímpico Conan Doyle

Una historia que rodea a los Juegos Olímpicos de Londres 1908 afirma que el creador de Sherlock Holmes había tenido participación en uno de los instantes cumbres de la cita londinense. En esta ocasión la maratón estrenó la distancia clásica (42, 195 kilómetros) y aquel caluroso 24 de julio el primero en cruzar la meta fue el italiano Dorando Pietri. Este pastelero de profesión recorrió exhausto los últimos metros. El público y los oficiales le brindaron ayuda. Al recibir colaboración externa lo jueces no tuvieron opción y se vieron obligados a descalificarlo. Esto no impidió que su nombre sea más recordado que John Joseph Hayes, oficialmente reconocido como el vencedor.

Siempre se dijo que entre los que ayudaron a Pietri se encontraba Doyle. Como en todo mito siempre se mezclan hechos reales con ficticios. Este es un buen ejemplo. El escritor se encontraba en el palco de prensa del White City Stadium. Así lo confirmó en sus memorias: “No hago muy seguido el trabajo de periodista, pero en ocasión de los Juegos Olímpicos de 1908 fui tentado con un excelente asiento para hacer un informe sobre la maratón para el Daily Mail”.

Historiadores del Comité Olímpico Internacional han rescatado la nota en la cual vuelve a quedar claro que Doyle jamás tuvo contacto con Pietri, al que si pudo ver de cerca. Así lo describió con su prodigiosa pluma: “…entonces volvió a colapsar y algunas manos impidieron que la caída fuera peor. Eso fue a un par de metros de mi asiento. Alcanzo a ver el rosto amarillo, demacrado, sus ojos vidriosos y el pelo lacio cruzándole la frente”. Un juez de la carrera dio a entender que en realidad estos eran síntomas de la estricnina, una droga que produce estimulación en el sistema nervioso.

Al margen de la sospecha, la cual nunca se podrá confirmar, lo cierto es que la Reina Alexsandra, presente en el White City Stadium durante la competencia, le entregó a Pietri una replica de la copa que en ese momento se le daba al ganador. Según la leyenda uno de los principales promotores de este reconocimiento fue Doyle. Es otra verdad a medias. En realidad lo que hizo fue alentar la creación de un fondo para colaborar con Pietri.

Pietri llegando a la meta. (Getty Images)

En la página siguiente a la crónica de la carrera Doyle firmó una carta que decía: “estoy seguro que es una pequeña recompensa que puede ser por lo menos un consuelo para Dorando por las perdidas que le generó la descalificación. A muchos de los que vieron su espléndido esfuerzo en el estadio corriendo a pulgadas de su vida, les gustaría que se lleve un recuerdo de sus admiradores en Inglaterra. Me gustaría contribuir con 5 libras para un fondo si las autoridades desean organizar uno”. Pietri juntó alrededor de 3.000 libras con las que se construyó una panadería en Correggio, su pueblo natal.

Este no fue el primer contacto de Doyle con el deporte. Había representado al Maylebone Cricket Club de Londres, también jugó al fútbol en Porthmouth. Algunas fuentes afirman que fue uno de los fundadores y arquero del actual club de la segunda división inglesa, otras, en cambio, que atajó en un par de partidos para un equipo que es un antecedente  al actual. Tuvo un hándicap de 10 en el golf, durante la estadía en Davos, en donde se mudó por la tuberculosis de su esposa, se convirtió en uno de los pioneros del ski en Suiza y llegó a la tercera ronda del campeonato británico amateur de billar.

Al igual que Sherlock Holmes era un fanático del boxeo. En diciembre de 1909 fue invitado a ser referí en la pelea por el título del mundo de los pesos pesados entre Jim Jeffries y Jack El Gigante de Galveston Johnson, el primer gran púgil negro. Luego de pensarlo una semana decidió rechazar el ofrecimiento. Entre otras actividades fue presidente del club de bowls, un deporte inglés similar a las bochas, en Southsea y de la English Amateur Field Events Association, entidad creada en 1910 para contrarrestar el ascendente poderío que mostraban Estados Unidos y las naciones nórdicas en las pruebas de salto y lanzamiento en el atletismo.

Siendo mandatario de esta entidad cumplió un papel importante en una crisis interna que vivió el olimpismo británico tras el fracaso en los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. Con el sistema de puntos que se entregaba en el momento (3 por el oro, 2 por la plata y 1 por el bronce), en el atletismo Gran Bretaña culminó en la cuarta colocación con 15 unidades, demasiado lejos de los 80 que había sumado Estados Unidos, que terminó como líder. Esto causó conmoción en un país que era la gran potencia del deporte más importante de los Juegos Olímpicos.

Conan Doyle. (Getty Images)

Muchos directivos vieron en Doyle la persona indicaba para que el atletismo, y el deporte británico en general, volviera a los primeros planos en los Juegos Olímpicos. Motivado por el ferviente patriotismo, que le valió el reconocimiento de Sir por las obras que escribió al respecto, se puso a trabajar para formar un equipo competitivo de cara a lo que iba a ser Berlín 1916. Tuvo que defenderse de muchas críticas de aquellos que pedía que Gran Bretaña no se presente en la cita alemana.

Entre otras cosas Doyle propuso la creación de una especie de Juegos Olímpicos locales que se organizarían anual o bianualmente en los cuales las competencias atléticas debían adaptarse a los estándares internacionales y que dicho evento tendría que ser prioritario por sobre otros campeonatos domésticos, tal el caso de Wimbledon.

En 1913 se creó la New Olympic Finnancial Comitte de la que Doyle fue un miembro importante. Lo acompañaban dirigentes, entre ellos integrantes de la Asociación Olímpica Británica, y representantes de los deportistas. Varios no veían con buenos ojos el financiamiento al deporte amateur, más teniendo en cuenta que por esos años había que ahorrar dinero por la Guerra de los Balcanes.

Luego de discutir la cuestión a través de infinidad de cartas personales o enviadas a los diarios, finalmente al comité le dieron los fondos, aunque en una suma menor a la que pedía. Le entregaron 10.000 libras, cuando buscaban 100.000 libras. El acuerdo llegó en una reunión clave a la que Doyle no asistió por estar de vacaciones. Cuando se enteró de la noticia no pudo hacer nada para revertir lo pactado. En noviembre de 1913 esta comisión se disolvió.

Todo el esfuerzo de Doyle, quien en sus memorias confesó que esta disputa le sacó más de 1 año de vida, terminó en la nada porque aquellos Juegos Olímpicos de Berlín 1916 jamás se realizaron por la Primera Guerra Mundial. Finalizado el conflicto bélico y cuando hubo que empezar a planificar lo que sería la participación de Gran Bretaña en Amberes 1920, Doyle ya retirado no tenía intenciones de inmiscuirse mas en estos asuntos.

Aunque siempre se lo relacionará con Sherlock Holmes y la literatura, Sir Arthur Conan Doyle también es un personaje con un activa participación en el mundo del deporte.

Fuentes/Links relacionados

Conan Doyle and te Olympics (LA 84 Fundation)

What inspired Conan Doyle cricket yarn? (Cricket Info)

Elemental, mi querido Watson

How the 1908 London Olympics took gold in prudence (The Times)

Estadísticas de Conan Doyle como jugador de cricket (Cricket Info)

Documentos olímpicos (Parlamento británico)

La leyenda alemana

Max Schmeling fue el boxeador más importante que surgió de Alemania porque se convirtió en el primer europeo en conquistar el título del mundo de los pesos pesados. A lo largo de su trayectoria no sólo tuvo que luchar con sus rivales en el cuadrilátero, sino que además debió hacerle frente al nazismo, que vio en él una figura perfecta para resaltar las ideas que pregonaba. También fue protagonista principal de uno de los grandes duelos de la historia ante Joe Louis.

max schmelingAl igual que la mayoría de los púgiles, Schmeling nació en el ceno de una familia de clase baja que vivía en los suburbios de Berlín y cuyo principal sostén económico era el sueldo de marinero del padre. Sus primeros golpes en el campo rentado los tiró en 1924. A partir de ahí comenzó una carrera ascendente que le permitió ganar títulos a nivel nacional y europeo. Transformado en toda una celebridad en su país y sin rivales a la vista, necesitó plantearse nuevos objetivos, por lo que tuvo darle un giro a su carrera. De la mano de su manager Joe Jacobs, llegó a Nueva York, el gran centro boxístico mundial a comienzos de la década del 30.

Lejos de toda la fastuosidad que lo rodeaba en Alemania, Schmeling, casado con la actriz checoslovaca Anny Ondra, protagonista de dos películas de Alfred Hitchcock, comenzó a subir peldaños en la Gran Manzana. A fuerza de triunfos logró tener la gran oportunidad de pelear por el cinturón mundialista. En un Yankee Stadium repleto, el alemán derrotó a Jack Sharkey por descalificación en el cuarto asalto. Dos años más tarde, perdía el centro por puntos ante el mismo rival.

Ya con Adolf Hitler en el poder, Schmeling tuvo la posibilidad de volver a los primeros planos. Otra vez en el mítico estadio de los New York Yankees fue testigo de un combate que haría historia. Ese 19 de junio de 1936, el germano de 32 años enfrentó a Joe Louis, el Bombardero de Detroit, un negro 10 años menor que llegaba como rey de los pesos pesados e invicto. Con un knock out en el asalto 12, el Perro Nazi, tal como se lo conocía en Estados Unidos, recuperó el cinturón de campeón mundial.

Por supuesto que esta noticia no paso desapercibida para Hitler y sus secuaces. Que un alemán le ganará a un negro no era poca cosa para los nazis, que se encargaron de recibir al flamante monarca con todos los honores. Una vez arribado a Alemania, con su esposa participó de una cena privada junto con Hitler y Josep Goebbels, ministro de propaganda del Partido Nazi.

Bajo el nombre de La Victoria de Schmeling: Una victoria Alemana, la pelea se emitió hasta el cansancio en todos los cines de Alemania.

En uno de los tantos encuentros que tuvo con Hitler, este le pidió que se desvinculara de Jacobs, quien tenía origen judío. Schmeling se negó a este pedido. Como era de esperar la negativa no fue tomada de buena manera, pero como el boxeador era un elemento importante en la propagación de los ideales nazis, el líder teutón momentáneamente lo perdonó. Tiempo después Hitler se cobraría la deuda.

La relación de Schmeling con el régimen era ambigua. Aprovecho en beneficio de su carrera profesional contar con el beneplácito de las más altas esferas, por lo cual en algunas ocasiones se lo vio en encuentros del partido Nazi o cantando el himno mientas hacía el saludo con la mano derecha levantada. Pero por detrás tenía otras actitudes. En silencio colaboró con muchos judíos para que escaparan de Alemania dándoles dinero o un lugar donde refugiarse.

Uno de los casos más famosos ocurrió durante la llamada Noches de los Cristales Rotos. Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, grupos de la SS destruyeron negocios judíos en Alemania y Austria. Hubo infinidad de detenidos sin razón y se calcula que murieron más de 90 personas en estos trágicos hechos. Para muchos historiadores, este fue el comienzo del Holocausto. Mientras todo esto ocurría, Schemeling resguardó en su suite personal del Hotel Excelsior de Berlín a dos pequeños hermanos durante 2 días. Luego los ayudó a escapar al extranjero. “Si nos hubieran encontrado en ese departamento, no estaríamos aquí junto con Max”, dijo en 1989 Heri Lewin, uno de los chicos protegidos por el púgil, durante un homenaje a Schmeling en el Sand Hotel de Las Vegas, del cual Lewin era el dueño.

Con un clima político cada vez más tenso, Schmeling volvió a Estados Unidos para verse la cara nuevamente con Louis. Pero esta vez casi no hubo pelea porque el local necesitó de 240 segundos, menos de un round, para liquidar el pleito. Este triunfo se festejó mucho en el Bronx, lugar en el cual se concentra la mayor población negra de Nueva York. “¿Te sientes orgulloso de tu raza esta noche?”, le preguntaron a Louis. “Si, estoy orgulloso de mi raza, la raza humana, claro”, contesto con total lucidez el Bombardero de Detroit minutos después de culminado el combate.

La pelea fue seguida con especial atención por Hitler a través de la radio, cuya trasmisión se cortó abruptamente cuando el crédito teutón besó la lona. Tiempo después, Schmeling reconoció que sintió cierta alegría por haber perdido porque así dejaría de ser usado por el gobierno. Esta derrota fue una excusa excelente para que Hitler saldara la deuda pendiente.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial Schmeling fue ubicado en el Regimiento 1 de Paracaidistas, encargado dejoe-louis-max-schmeling-photo-01 realizar misiones suicidas. En mayo de 1941 fue herido en la isla de Creta y en un principio se informó que había muerto durante la batalla, cosa que luego se desmintió. Si ya las autoridades nazis estaban enojadas con el boxeador que registró 56 victorias (38 KO), 10 derrotas y 4 sin decisión, se ofuscaron todavía más cuando este se negó a confirmar los reportes en contra de las tropas británicas. Durante su estadía en el ejército realizaba exhibiciones para los soldados.

La sanguinaria dictadura cayó pero Schmeling se mantuvo en pie. Ya retirado de la actividad se convirtió en un hombre de negocios. Compró la licencia de Coca Cola para Alemania y rápidamente amasó una fortuna que le permitió vivir sin preocupaciones hasta su muerte en 2005, cuando tenía 99 años. Parte de su dinero iba destinado a Joe Louis, del que se convirtió en íntimo amigo, para que pudiera subsistir porque se encontraba en una mala situación económica. Cuando Louis murió, Schmeling pagó todos los gastos del funeral.

Siguió vinculado al boxeo y fue uno de los impulsores más importantes que tuvieron en sus inicios Vitali y Vladimir Klitschko, hermanos ucranianos que llegaron a ser campeones del mundo de los pesos pesados y que realizaron la mayor parte de su carrera profesional en Alemania.

Su fallecimiento conmocionó a todo el país. Fue tan fuerte la noticia que prácticamente fue considerada una cuestión de Estado. “Ídolo de varias generaciones”, lo calificó Gerhard Schröder, canciller alemán en ese momento, mientras que Angela Merkel, todavía líder de la oposición, lo recordó como “un valiente alemán. Durante los tiempos horribles del nacionalismo salvó a muchos judíos y enemigos del régimen de la deportación a los campos de concentración”.

Considerado como una leyenda y reconocido como el mejor deportista del Siglo XX en Alemania, por encima de luminarias como Franz Beckenbauer o Michael Schumacher, Schmeling fue un luchador tanto arriba como abajo del ring.

Foto 1: Max Schmeling

Foto 2: Max Schmelling junto con Joe Louis unidos por una gran amistad.

Videos

Documental sobre las peleas Louis-Schmeling (en inglés)

Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6 Parte 7 Parte 8 Parte 9

Audio

Relato de la segunda pelea Louis-Schmeling (The History Channel)

Fuentes/Links relacionados

Max Schmeling, una leyenda del cuadrilátero (El País de Madrid)

La raza humana, claro (El País de Madrid)

Heavyweight legend Schmeling dies (BBC)

From Jesse Owens to Barack Obama, via Mohamend Ali and Tiger Woods (The Times)

Obituary: Max Schmeling (BBC)

Max Schmeling, Heavyweight Champion Caught in the Middle of Nazi Politics, Is Dead at 99 (The New York Times)

El antihéroe del boxeo

Peter Buckley fue uno de los tantos boxeadores que desarrolló su carrera lejos de las grandes luces de Las Vegas, Nueva York o Europa. Nunca soñó con el ganar el título del mundo. Quizás tampoco se lo haya propuesto. Sin cinturones de ninguna de las infinitas entidades que existen en el boxeo, este inglés de 39 años se ganó a fuerza de golpes un lugar en la historia. Pero no por los que dio, sino por los que recibió, que lo llevaron a convertirse en púgil con peor récord profesional. Con un total de 300 peleas en su haber ganó 32 (8 KO), perdió 256 y empató en 12 oportunidades. El 31 de octubre pasado se retiró. Irónicamente lo hizo con un triunfo.

Es normal ver a muchos boxeadores que cuando llegan al estrellato se olvidan de los entrenamientos y, quizás por estar mal rodeados, dedican su vida a los placeres que entrega el éxito. Se dan cuenta del error cuando besan la lona. Burckley era todo lo contrario. Estaba siempre en un gimnasio y dispuesto a subirse a un ring en cualquier momento. «Si llamas a un albañil para que haga una pared, ¿te pide tres semanas para prepararse?», decía quien debutó en el campo rentado el 10 de abril de 1989 con un duelo que terminó en empate ante Alan Baldwin. «Si me invitan a pelear con 2 horas de antelación digo que si», agregaba el nacido en Birmingham el 9 de marzo de 1969.

081029buckley_es1 Perder se había convertido en algo rutinario para Buckley, quien se representaba a si mismo y que, según él, su fuerte era la defensa. De sus últimos 87 combates había caído en 85 y el resto terminaron igualados. Cortó la racha en su combate despedida, cuando por puntos venció a Ronnie Stephenson, con quien ya había perdido anteriormente. La última vez que un árbitro le había levantado la mano fue el 20 de octubre de 2003. A pesar de estás reiteradas caídas y frustraciones el británico nunca se dio por vencido porque para él el deporte era todo, principalmente porque le salvó la vida.

«El boxeo me ha dado buenas vacaciones, una casa, un coche y mi mujer y mi hija viven bien. Pero no he boxeado por dinero. El boxeo me evitó ir a la cárcel. Mi hermano Johnny, que murió, entraba y salía constantemente de prisión. Dos sobrinos míos cumplen condena. Muchos de mis amigos de infancia también están presos. El boxeo me sirvió para respetar a los demás y para respetarme a mí mismo», afirmaba en una entrevista días antes de su de adiós a los cuadriláteros.

Su cuerpo, que pasó con éxito innumerables pruebas físicas, ha sentido el poder de los puños de varios rivales que tiempo más tarde se quedarían con algún cetro, ya sea de Gran Bretaña, del Commonwealth, de Europa, Internacional o Mundial. Los más conocidos fueron el británico Naseem El Príncipe Hamed y el brasilero Arcelino Popo Freitas. Lo más cerca que estuvo de ponerse un cinturón de campeón con cierta relevancia fue en una sola ocasión contra Harald Geler en Austria por el título intercontinental Welter de la Word Boxing Association (WBA). Como no podía ser de otra manera perdió en las tarjetas.

Luego de 6 rounds en el Aston Villa Events Center de su ciudad natal el árbitro Shaun Messer fue el encargado de hacer lo que pocos pudieron: declarar ganador de un combate a Buckley, que festejó la victoria junto con su familia como si hubiera sido un campeonato del mundo. De algún modo lo fue para este luchador en todo el sentido de la palabra que casi sin querer se convirtió en una leyenda de la otra historia del boxeo.

Foto: Peter Buckley recibiendo un reconocimiento por su peculiar carrera al estrellato.
Fuentes/Artículos relacionados
El peor boxeador del mundo se retirará con honor (Marca)
Todas las peleas de Peter Buckley
Entrada en Wikipedia (inglés)
Videos
Entrevista a Peter Buckley 1 (inglés)
Entrevista a Peter Buckley 2 (inglés)

49, el número negro

En la historia del deporte argentino el 49 esta aparejado a un recuerdo desagradable, pero no a causa de un resultado adverso de alguna selección nacional en un mundial, Juegos Olímpicos u otra competencia de relevancia internacional, sino que es la cifra con la se denominó a la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas. Este engendro pergeñado por la Revolución Libertadora, que derrocó al gobierno democrático de Juan Domingo Perón en 1955, tuvo como mayor merito el de cortar abruptamente la carrera de la mayoría de los grandes deportistas de la época y arruinó a varias generaciones de atletas.
El 16 de septiembre de 1955 la autodenominada Revolución Libertadora comandada por Eugenio Aramburu y Eduardo Lonardi, tomó por la fuerza el poder y comenzó una incansable persecución a todo aquello que tuviera relación con el peronismo. Como el gobierno de Perón tuvo mucha vinculación con el deporte, los deportistas fueron profundamente investigados. Con argumentos poco creíbles, a la mayoría de ellos se los sancionó con la prohibición de competir con la pena máxima de 99 años. Ya cuando la dictadura cayó, la sanción les fue levantada, pero el daño ya estaba hecho.
La extensa lista estaba conformada, entre otros, por los campeones del mundo del primer mundial de básquet disputado en Argentina en 1950, Eduardo Guerrero, medalla de oro junto con Tranquilo Capozzo en remo en Helsinki 1952, la tenista Mary Terán de Weiss, el maratonista Osvaldo Suárez e, inclusive, el campeón sudamericano de bochas Roque Chillín Juárez.
Según el criterio de la Comisión 49, la selección nacional de básquet había incurrido en profesionalismo, algo muy mal visto por los pseudomoralistas del gobierno dictatorial de turno, por recibir cada uno de sus integrantes un auto como regalo por parte de Perón por la conquista. A raíz de esta suspensión, el básquet argentino sufrió un mazazo del que recién en los últimos años con Emanuel Ginóbili y compañía pudo recuperarse.
Terán de Weiss fue otra de las grandes perjudicadas. Siendo la tenista número 1 del país, estuvo, junto con su marido, Heraldo Weiss, muy vinculada con el peronismo. Inclusive, en su momento, se habló de una relación amorosa con Perón cuando ambos quedaron viudos (casi al mismo tiempo) en la que el líder justicialista le habría pedido matrimonio y ella se negó. A pesar de que pudo volver a competir, nunca más se pudo recuperar del todo y terminó sus días suicidándose a causa del olvido y la soledad.
A Suárez los miembros de la Comisión 49 le reprochaban haber realizado viajes al exterior por acomodo. Lo que no tuvieron en cuenta fue que se consagró campeón a nivel sudamericano, panamericano e iberoamericano en los 5.000 y 10.000 metros, en medio maratón y maratón. En su extensa lista de logros se encuentran tres triunfos consecutivos en la prestigiosa y tradicional San Silvestre que se disputa en San Pablo, con marcas que no tenían nada que envidiarle a los grandes fondistas de la época.
Mil novecientos cincuenta y seis iba ser el año en el cual el representante de Independiente estaba en su pico de rendimiento, por lo que era serio candidato a colgarse la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne que se celebraron ese año. La despótica suspensión le impidió estar presente en la cita olímpica y así dejó pasar una oportunidad inigualable de colgarse una medalla olímpica. Pudo volver a competir recién en Roma 1960, pero a pesar de que estuvo adelante en buena parte de la maratón, no pudo seguir el ritmo de Abebe Bikila y se tuvo que conformar con el 9 puesto y sin podio.
Toda esta persecución no solo trajo como consecuencia que las carreras de un montón de deportistas quedaran truncas de una manera violenta, sino también que lo sintió muy fuerte el olímpismo argentino. A los Juegos Olímpicos celebrados en la capital del estado de Victoria asistieron solo 39 atletas de Argentina, lo que es el número más bajo en la historia olímpica vernácula. Teniendo en cuenta que las actuaciones venían siendo destacadas, lo hecho en Australia fue muy pobre porque sólo se consiguieron las medallas de plata en levantamiento de pesas gracias a Humberto Selvetti y de bronce, que llegó de los puños de Víctor Zalazar en la división de los medianos.
No es aventurado decir que las consecuencias de la actuación de la Comisión 49 todavía se sienten en el deporte local. No sólo aniquiló el presente, sino también que sus acciones hicieron mella en el futuro y por eso la Argentina deportiva nunca terminó de recuperarse del todo de lo que el escritor Victor Lupo definió como Genocidio Deportivo.
Foto 1: Mary Terán de Weiss, una de las deportistas más perjudicadas por las suspensiones.
Foto 2: La selección argentina de básquet campeona del Mundo de 1950. Prácticamente todo el plantel fue sancionado (Image CABB).

Mito y leyenda

«Qué le vas a hacer, ñato, cuando estás abajo todos te fajan. Todos, che, hasta el más maula. Te sacuden contra las sogas, te encajan la biaba. Andá, andá, qué venís con consuelos vos…» Julio Cortázar.
«Torito» (Final del Juego, 1956) primeras líneas

Justo Suárez fue el primer gran ídolo que dio el deporte argentino. A fuerza de golpes, no sólo en el ring, sino también en la vida, se ganó en poco tiempo la admiración de las masas que se sintieron identificadas con su historia. Desde la miseria más absoluta llegó al estrellato y casi a la misma velocidad que ascendió se hundió en un ocaso muy oscuro. Adelantándose a lo que diría Jim Morrison, fallecido cantante de The Doors, varias décadas más tarde, el Torito de Mataderos vivió rápido y murió joven, porque una tuberculosis terminó con su vida cuando sólo tenía 29 años.
Allá por la década del 30 Argentina tenía una muy marcada diferencia económica y que alguien de clase baja llegara a codearse con las altas esferas era una utopía. Por eso cuando alguno lo conseguía era idolatrado y esto le sucedió a Suárez. Fue el decimoquinto hijo de una familia que tuvo 24 hijos y ya desde su más temprana infancia se vio obligado a rebuscársela para llevar el pan a su casa. Desde los 9 años trabajó de lustrador, canillita o mucanguero, encargado de bajar de las canaletas la grasa liviana, llamaba mucanga, de los mataderos. Mientras tanto empezaba a tirar sus primeros golpes, sin demasiada ortodoxia, en un improvisado ring en el fondo su casa.
A los 19 años ya era profesional, lo que le permitía ganarse algunos pesos extras peleando en festivales en cualquier punto de Buenos Aires. En una de estas reuniones celebrada en la calle Florida, algo que para la época ya era todo un logro, Suárez recibió el mote que lo marcaría para toda la eternidad: Torito de Mataderos. Con un estilo arrollador y por momentos desordenado, fue demoliendo rivales, por lo que sus actuaciones comenzaron a convocar cada vez más público. Fue así como llegó a José Lecture. «Vos peleás a la criolla, tenés que aprender», le dijo el creador del mítico Luna Park, que se encargó de aleccionarlo.
Dos años después estaba peleando por el título argentino liviano y una multitud ya lo acompañaba. La vieja cancha de River Plate fue el escenario en donde se midió con Julio Mocoroa, al cual venció por puntos. La revancha no se pudo hacer porque el campeón saliente murió tiempo después. Para esa altura, el Torito de Mataderos ya vestía trajes de primera, su figura estaba más cerca de los niños bien que los trabajadores con los que se codeaba en su infancia, aunque nunca los olvidaba. Por primera vez, las ignoradas clases bajas veían como uno de los suyos salía de la pobreza para vivir con todas las comodidades. Además se había casado con Pilar Bravo, una joven telefonista que lo acompañó durante algunos años hasta que se divorciaron cuando el declive ya parecía al indefectible. (Foto: Justo Suárez durante un descanso después de un entrenamiento).
«De Mataderos al Centro/y del Centro a Nueva York», rezaba la letra de uno de los tantos tangos que en esa época se escribieron para homenajearlo. Gracias a la popularidad que había conseguido en Argentina, pudo tomarse un barco para irse a probar suerte a Estados Unidos, la gran meca del boxeo. Otra vez hizo todo a gran velocidad. En 4 meses hizo 5 peleas y arrasó a sus rivales para rápidamente hacerse un nombre. Volvió al país con toda la gloria. A su vuelta peleó en un Luna Park repletó ante el chileno Tani Loayza, al cual le ganó por puntos en una de las mejores pelas de su carrera, en la cual registró 24 triunfos, 2 caídas, 1 empate y 1 sin decisión. Entre los presentes se encontraba el presidente Uriburu y los príncipes de Inglaterra Eduardo de Windsor y Jorge de Kent, que lo aplaudieron de pie desde la primera fila cuando el árbitro le levantó la mano para declararlo triunfador.
Su vida era color de rosa. Pero duro un suspiró, como todo en su vida. Retornó a Nueva York para ir por el título del mundo, pero las risas se empezaron a borrar y de a poco todo se fue tiñendo de negro. En su camino hacía el cetro mundialista, tuvo que enfrentarse con un duro como Billy Petrole, que no era alguien de renombre pero se ganaba el pan probando figuras antes de una gran cita. El local fue demasiado y el Torito de Mataderos cayó en 9 asaltos, lo que fue su primera derrota en el campo profesional. Al mismo tiempo, también perdía en lo sentimental porque su esposa lo dejaba. El divorcio ya era cosa juzgada.
La chance de pelear por convertirse en rey de los livianos se había esfumado. Ese fue el comienzo del fin, en especial porque la tuberculosis ya se estaba cumpliendo un papel importante. En 1932 Victor Peralta le sacaba el cinturón al gran ídolo popular y esto trajo aparejada la separación con Lecture, quien fue su representante y mentor. La última vez que se lo vio arriba de un ring fue ante su amigo Juan Pathenay, que subió con la consigna de no pegarle. Así y todo le ganó y no sólo el triunfador lloró, sino también que todo el Palacio de los Deportes, que vivió una de sus noches más negras.
La enfermedad estaba ganando por knock out. Se traslado a Córdoba con la poca plata que le quedaba. Tres años después moría en la miseria absoluta con una de sus hermanas al lado y lejos de toda la gloria que lo había acompañado. Sus restos fueron traídos a Buenos Aires desde Cosquín. Cuando el cortejo fúnebre que lo conducía al cementerio de la Chacarita, la multitud que lo despedía levantó el cajón y lo llevó hasta el Luna Park para darle el último adiós en el lugar en el cual el Torito de Mataderos había escrito varias de las páginas más gloriosas de su efímera historia. (Imagen: Justo Suárez junto con jugadores de San Lorenzo previo a un partido).
Justo Suárez fue más que un ídolo deportivo. Le permitió, quizás por primera vez en la historia argentina, a las clases trabajadoras, muy denostadas por la oligarquía nacional, tener a alguien de su mismo origen codeándose con presidentes y príncipes. Años más tarde, José María Gatica, tendría una historia de vida similar. Gracias a este lugar privilegiado en el cual lo había puesto el pueblo, el Torito de Mataderos se convirtió en leyenda, algo muy difícil y que pocos pueden lograr.

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Texto completo de Torito
Muñeco al suelo, tango dedicado a Justo Suárez
Suárez-Miller en Estados Unidos