Historias Mínimas

Ya sea por falta de tiempo, información, inspiración, o simplemente porque no merecen un desarrollo tan amplio, muchas veces temas que deberían tener espacio en este blog terminan archivados, por no decir olvidados, en lo profundo de la computadora. A continuación breves historias que merecen ser conocidas.

Pionera y Hiena de la Gestapo

Violette Morris.

Violette Morris fue una adelantada a la época que le tocó vivir. “Cualquier cosa que un hombre puede hacer, Violette lo puede hacer”, era el lema de esta parisina nacida en 1893 en el ceno de una familia de la nobleza. Militante feminista y abiertamente declarada lesbiana, lo cual para la pacata sociedad francesa de los años 20 era un escándalo, Morris, o Gouraud, su apellido de casada, fue una de las primeras mujeres en dedicarse al automovilismo. Era tal su fanatismo que se operó los genitales para sentarse cómoda en los asientos de los autos.

Fue multifacética. Se dedicó al atletismo, destacándose en las pruebas de lanzamiento, al fútbol, siendo 3 veces campeona de Francia, a la natación y corrió en moto, entre otras tantas actividades deportivas. Por una sanción Morris, que siempre se hacía ver con un cigarrillo en la boca, no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1924, cuando debutó el atletismo entre las mujeres.

En diciembre de 1935 Morris fue reclutada por la Gestapo, la policía secreta nazi. En el rol de agente durante la Segunda Guerra Mundial dio información valiosa sobre las defensas francesas. Varios biógrafos sostienen que participaba en los interrogatorios y se ganó el apodo de Hiena de la Gestapo. Murió baleada el 26 de abril de 1944 cuando cayó en una emboscada que le tendió la resistencia.

Hay historiadores que indican que su cuerpo se encuentra en una fosa común en el cementerio de París, otros que fue quemado.

The Animal

“El hombre que una vez llevaba la camiseta número 31 como jugador estrella de los Rebels de la Universidad de Nevada, Las Vegas, en la actualidad luce el Nº 89T2957 sobre una chaqueta naranja de una prisión remota en lo profundo de Estados Unidos”. Así describía en 1991 New York Times a Richie Adams, una promesa del básquet universitario que terminó recluido en la cárcel por asesinato.

Adams, apodado The Animal por el duro estilo de juego, se convirtió en figura de la UNLV a mediados de los 80, llegando a ser premiado como el mejor jugador de la Big West Conference en 1984 y 1985, temporada en la que también se lo incluyo en el equipo ideal. Todos los pronósticos lo señalaban con un promisorio futuro en la NBA, pero la adicción a las drogas y los problemas con la Justicia echaron todo a perder.

En el Draft de 1985 fue seleccionado por Washington Bullets, actualmente Washington Wizard, en el puesto 11 de la segunda ronda. Ese mismo día fue detenido en Nueva York por robar un auto. Así empezaría a engrosar el prontuario.

Apareció en Argentina para vestir la camiseta de Deportivo San Andrés en la incipiente Liga Nacional. Cuenta la leyenda que los problemas con la droga eran imposibles de esconder. Hay testigos de aquella época que aseguran que Adams en una ocasión se tiró en la cara un plato de harina pensando que era cocaína. Luego de una temporada en el conjunto de Villa Ballester, en donde tuvo un promedio de 19 puntos en 31 partidos, retornó a Estados Unidos.

Era habitué de dos lugares: los playgrounds del Bronx y las comisarias por atracos menores. “La gente lo ama, pero cada vez que vuelve a Nueva York se mete en problemas. Es triste”, dijo Jerry Tarkanian, ex entrenador de los Rebels de la UNLV.

En 1996 llegó demasiado lejos. En el condominio donde vivía asesinó a una vecina de 15 años a la que acosaba. En 1998 lo sentenciaron a 25 años de cárcel por este crimen considerado de segundo grado. Según la investigación forense la victima sufrió golpes en la cabeza, primero contra una pared y después contra el suelo.

“La única persona que me traicionó fui yo mismo”, recoció en una oportunidad este ala pivot que cerca del aro tenía un tiro con escasa ortodoxia pero efectivo. Lo poco que se sabe es que pasa sus días rezando en la oscura celda de una prisión.

Los engaños de El Turco

En 1769 el ingeniero húngaro barón Wolfgang van Kempelen quería hacerle un obsequio original e inesperado a la corte de la emperatriz María Teresa de Austria. Por eso ideó una maquina autómata que constaba de un maniquí que tenía un tablero de ajedrez adelante y que, supuestamente, podía mover las piezas por si misma. La vistió con atuendos musulmanes y por eso se ganó el apodo de El Turco.

Antes de cada partida se mostraba al público presente que debajo del tablero no había nadie, lo cual era una farsa porque tenía un doble fondo con un jugador que se encargaba de mover las piezas a través de un complejo sistema. En una ocasión mientras se exhibía a El Turco, en la sala alguien gritó “fuego, fuego”. De adentro del autómata salió corriendo una persona de mediana estatura. Pese a este hecho, la mentira se mantuvo durante casi 85 años.

A mediados del Siglo XX la revista Chess Rewiew realizó una investigación en la que demostró los artilugios con los que funcionaba El Turco, que entre sus derrotados más famosos aparece Napoleón Bonaparte, y hasta nombró a los jugadores que escondidos la hicieron funcionar.

Tras la muerte de Kempelen el músico germano Johann Maelzel compró el aparato. Luego de realizar una gira por Estados Unidos y Cuba, Maelzel se enfermó de fiebre amarilla y la máquina quedó en poder del Chinese Museum de Filadelfia. En 1854 un incendio intencional terminó con las andanzas de El Turco.

El luchador

Werner Seelenbinder.

Werner Seelenbinder fue 6 veces campeón alemán de lucha libre en la categoría de los pesos pesados y es considerado uno de los héroes de la resistencia nazi. Murió decapitado en 1944 acusado de traición. Surgido de una familia de clase obrera, comenzó a competir en el club Berolina Neukölln. En 1927 y 1928 disputó una serie de competencias en la URSS y no dudó en afiliarse al Partido Comunista.

En 1935 conquistó el título nacional y esto le permitió ser incluido en el equipo alemán que al año siguiente iba a competir en los Juegos Olímpicos de Berlín. Seelenbinder deseaba subirse al podio no sólo por el hecho deportivo en sí, sino también para mostrar en público el desagrado que sentía hacía el régimen nazi. Quedó cerca de lograrlo porque concluyó en la cuarta ubicación.

Tras aquella participación en los Juegos Olímpicos, cada vez que salía a pelear al exterior en las valijas llevaba escondido material ilegal para intercambiar información con los comunistas de los países que visitaba.

La Gestapo lo detuvo el 4 de febrero de 1942. Luego de sufrir violentos interrogatorios, Seelenbinder pasó por diversos centros de detención y terminó en Auschwitz. En septiembre de 1944 fue a juicio con otras 12 personas y lo condenaron a muerte. “Miren esta cabeza, la cara de este criminal. Este es el enemigo público número 1”, gritó el fiscal en la sala mientras lo señalaba.

Lo trasladaron a la cárcel de Brandeburgo para esperar la muerte. “¡Compañeros!- alzó la voz el día que se iba cumplir la sentencia- Aquí habla Seelenbinder. Hoy al mediodía se llevará a cabo. Hemos permanecido fuertes. Hitler se esconde. Saludos a los camaradas del Ejercito Rojo”.

Varios clubes, escuelas, estadios y calles en Alemania todavía recuerdan la figura de Seelenbinder, uno de los casi 20 atletas de los que se tiene registro que murieron durante el nazismo.

Fuentes/Links relacionados

Violette Morris, de heroína feminista a “hiena de la Gestapo” (Historias del Atletismo)

Richie Adams, 20 años después (Doblemblog)

College Basketball; Despite Chance at U.N.L.V., Adams Ran Wrong Way (The New York Times)

25-Year Prison Sentence For Ex-Basketball Star (The New York Times)

Leyendas del Playground (II): The Animal (acb.com)

Jugadas de la memoria (Carlos Ilardo)

El Holocausto: Persecución de los atletas (Museo del Holocausto)

Werner Seelenbinder (Salón de la Fama del deporte alemán)